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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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30-11-2015

LA SALVACIÓN ESTÁ EN EL SOCIALISMO

 

 

SURda

Notas

Gabriel –Saracho- Carbajales


Imposible enumerar las confrontaciones bélicas –las multitudinarias y macabras matanzas sobre todo de gente indefensa- y contabilizar el saldo de víctimas dejado por aquellas a escala mundial durante la llamada “antigüedad”; es decir, en los tiempos históricos previos al surgimiento de este espantoso aquelarre social que conocemos como capitalismo y al que suele identificársele ligeramente con el inicio de los “tiempos modernos”...


Imposible al menos en estos breves párrafos. E imposible, además, seriamente, porque los datos manejables son apenas una especulación ensayada por investigaciones académicas no siempre muy confiables que digamos. La extensísima nómina de guerras reunida en Wikipedia, sin embargo, y la horrorosa cantidad estimada de centenares y centenares de millones de muertos, permiten hacernos una pálida idea de cómo han ido desarrollándose la sociedad humana y sus intentos de organización, al menos desde los momentos en los que un conjunto relativamente pequeño de seres humanos comenzó a vivir a costillas de la inmensa mayoría de sus congéneres.

Imposible. Pero lo cierto es que desde el esclavismo a nuestros días, la historia de la humanidad no es exactamente “la historia de la lucha de clases”, como dirían Marx y Engels, sino la historia de la masacre perpetua de las clases dominantes sobre la abrumadora mayoría de los pueblos sometidos al capricho y la prepotencia genocida extrema. Es, en realidad, la historia de la lucha intestina de una misma clase despótica y holgazana, que ha vivido dirimiendo sus propias contradicciones y su repartija del planeta, utilizando a los oprimidos y explotados, invariablemente, como “carne de cañón”...

Quedémonos solamente con estas “pequeñas” cifras y veremos, parcialmente, cómo los “tiempos modernos” se han ido amasando con sangre y lágrimas de los más desgraciados, pues las víctimas no son precisamente “los señores de la guerra”, de los cuales unos pocos murieron en confrontaciones medievales.

* Entre 60 y 70 millones de muertes significó el “descubrimiento de América” (fundamental para el impulso del capitalismo embrionario y sus incipientes formas pre-imperialistas).

* La llamada “primera guerra mundial” interimperialista de los “tiempos modernos” (1914/18), dejó entre 20 y 35 millones de víctimas mortales.

* Prácticamente lo mismo que el “descubrimiento” americano, costó en vidas humanas la “segunda guerra mundial” interimperialista (1939/1945), de los cuales cerca de 30 millones pertenecían a la URSS.

* Tras la finalización de esta última, la “guerra de Corea” (a fines de la década del `50) dejó entre 2,5 y 3,5 millones de muertes.

* Ya en los “tiempos más modernos”, la agresión yanqui sobre el heroico pueblo vietnamita costó de 2 a 6 millones de muertes, principalmente población civil.

De lo que está ocurriendo en estos “tiempos súper modernos”, mal que bien todos estamos enterados y sabemos que siguen siendo millones y millones las víctimas del capitalismo en circunstancias cuyo denominador común es la agresión salvaje y cobarde contra poblaciones indefensas por completo, en todos los casos motivadas por aspectos que esencialmente no son distintos a las motivaciones de la “antigüedad”:

La hegemonía absoluta del mundo, la apropiación violenta de territorios ricos en recursos naturales, el sometimiento de pueblos y regiones enteras, en una diabólica disputa que no se detiene ante la presencia de ancianos, niños o mujeres aterrorizados por la criminalidad impune de los capo de mafia de los monopolios enfrentados.

Mientras en el Uruguay la preocupación de la “clase política” parece ser la caca del perro que mueve el vientre en la calle, la visita de los Rolling Stone y su exoneración de impuestos para no perjudicar a los pobres muchachos; el excesivo humo de tabaco, pero no el perpetuo monóxido de carbono vehicular que aspiramos día y noches, ni tampoco el glifosato y el envenenamiento de ríos, arroyos y el suelo agropecuario…

Mientras la frivolidad demagógica de los gobernantes ni siquiera presta justa atención a los orígenes y las causas de atentados como los recientes en París o las masacres en suelo palestino; mientras la furia capitalista atrás del petróleo y el control de la “economía mundial” destruye gente y valores humanitarios elementales, no parece muy realista que hablemos de la necesidad de abolir el capitalismo.

Pero lo cierto es que no queda otra. La humanidad sigue viviendo su eterno holocausto con guerra formal o con terrorismo imperialista por más que se lo quiera disfrazar de “controversias religiosas”.

Vivimos en la antigüedad, y nuestra “actual paz social”, a todos los pueblos, nos cuesta más cara que si cada uno de ellos emprendiera su propia e impostergable revolución anticapitalista. Vivimos en el atraso a-histórico de un capitalismo infecundo y funesto, y de él no nos habrá de librar ninguna “potencia”.

No ya el socialismo, sino la simple sobrevivencia de la especie humana, depende de la clase trabajadora organizada y resuelta a alzarse contra el crimen y la explotación que reinan hasta en el rincón más apartado y “apacible” del mundo.

“Palabra de viejo”, capaz que dice algún papafrita por ahí; que abra los ojos y que no intente cerrárselos a los demás. El socialismo no es un antojo de nostágicos; es –sigue siendo- una necesidad ineludible de la humanidad. Su salvación está en el socialismo y no en “caricaturas de revolución”…

 

Gabriel –Saracho- Carbajales, Montevideo, 17 de noviembre de 2015.-


 
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